Un buen termómetro para medir la eficacia de un tratamiento médico es la cantidad de técnicas o estrategias que existan para una misma entidad. Por un momento me pondré el traje de cirujano para explicarte a qué me refiero.
La técnica usada en todo el mundo (con muy pequeñas variaciones) para extirpar el apéndice, es la misma. Esto es porque esa técnica ha demostrado tener buenos resultados y una baja tasa de complicaciones. Pero cuando vas a estudiar hernias inguinales hay que agarrarse, porque la cantidad de técnicas son INFINITAS ¿Por qué? porque ninguna garantiza al 100% que la hernia no vuelva a salir.
Ahora quiero que tomes este ejemplo y pienses en cuántas dietas has escuchado o leído en el último mes que te aseguran el éxito en la pérdida de peso. Si lo se… son infinitas, y es por lo que estás pensando. Si hay muchas dietas es porque ninguna hasta ahora ha demostrado ser la panacea porque aunque con cualquiera pierdes peso, el éxito se mide por la capacidad para mantener el peso perdido y, en ese sentido, un porcentaje alto lo recupera en el lapso de 2 años.
Esto es lógico puesto que la Obesidad es un problema que ha sido asociado a muchas causas y desencadena muchas entidades más, en torno a lo cual se lanzan más hipótesis que verdades absolutas y donde a estas alturas no terminamos de saber si fue primero el huevo o la gallina.
Lo que quiero decir es que al final la mayoría de las dietas fallan. Al parecer llega un punto en que gana la falta de motivación y se vuelve difícil resistir el impulso de comer. Pero ¿esta es la causa o la consecuencia? ¿Por qué recuperamos el peso? Todo apunta a una sospechosa: LA INSULINA.
Tu cuerpo tiene una especie de termostato que determina el peso corporal de referencia, así que, cualquier aumento o disminución, desencadena mecanismos adaptativos, como aumento del hambre, disminución de la saciedad y el metabolismo se vuelve lento. Es tu organismo queriendo regresar a su peso de referencia.
Una pieza clave en la regulación de ese termostato es la INSULINA
Por una parte, mantener niveles altos de insulina significa incapacidad para perder grasa puesto que la acción de esta hormona es contraria. Sirve de llave para que la glucosa entre a la célula y esta se almacene en forma de grasa: es lipogénica.
Por otra parte, niveles altos de insulina hacen que el peso corporal de referencia sea elevado, por lo que esta hormona parece estar implicada en la regulación (a nivel cerebral) del peso corporal de referencia, desencadenando mecanismos de aumento de las señales hormonales del hambre y reducción de las de saciedad.
Existen dos principales fuentes de energía: La glucosa y la grasa
Cuando el objetivo es perder peso necesitamos utilizar la grasa almacenada como fuente de energía, pero si los niveles de insulina son consistentemente altos, la prioridad será utilizar glucosa como fuente de energía y/o almacenarla como grasa.
Sin embargo, los depósitos de glucosa en forma de glucógeno son limitados por lo que en lo que se agoten se desatará el hambre para ingresar más glucosa, aún cuando tenemos los depósitos de grasa llenos. Dicho de otra manera, cuando la insulina se mantiene alta, el cuerpo tiene mucha energía almacenada (grasa) pero no puede acceder a ella. Esto tiene sentido al saber que los obesos presentan niveles de insulina más elevados que las personas delgadas.
Entonces se crea este ciclo:
Exceso de insulina crea resistencia, resistencia a la insulina provoca niveles altos de insulina, que a su vez estimula una mayor resistencia.
Esta es la razón por la que la resistencia a la insulina juega un papel tan importante en la obesidad, produciendo estancamiento y dificultando los esfuerzos para perder peso a largo plazo a pesar de una dieta adecuada.
Entonces, ¿Cómo romper el ciclo de la resistencia a la insulina?
Claramente mejorar la calidad de la alimentación es un primer paso. En el artículo Tips para mejorar la sensibilidad a la insulina y activar la pérdida de grasa, hablé sobre la alimentación que ayuda a disminuir los niveles de insulina. Sin embargo, en algunos casos, cambiar la alimentación no es suficiente puesto que todos los alimentos en mayor o menor grado generan una respuesta insulínica.
El método más eficaz para superar la resistencia a la insulina es mantener los niveles bajos el mayor tiempo posible y eso se logra espaciando las ingestas, es decir, haciendo ayuno.
Cuando ayunamos, recreamos el período de escasez al que se ha sometido el ser humano desde el Paleolítico. Cuando no hay glucosa disponible los niveles de insulina bajan y el cuerpo se adapta de forma natural acudiendo a las reservas de grasa.
Se ha demostrado que ayunar de forma regular mejora la sensibilidad a la insulina, por eso esta puede ser la pieza que falta en tu rompecabezas para lograr la pérdida de peso y mantenerlo en el tiempo.